Desde lo alto del acantilado miré extasiada el maravilloso paisaje que a mis pies dibujaba ese maravilloso mar. Llegaba a la arena blanca y suave y se mecía entre la brisa que soplaba esa mañana de primavera.
Solo tuve que escuchar el rumor de sus olas y ver la espuma blanca que se posaba suavemente en la orilla de la playa para sentirme en el paraiso. Cerré los ojos, tomé tu mano y empecé a flotar en el infinito.
Al abrirlos de nuevo, el paraíso que tenía a mi lado seguía allí y me juré a mí misma que tendría que volver de nuevo.
Desde ese día y cada vez que quiero fundirme con la naturaleza más pura, vamos allí de nuevo, dejándonos llevar por aquel sonido del mar y esa suave brisa que acaricia nuestros cuerpos.
Atlanterra, en todo su esplendor seguirá ahí para nosotros.
Que bonitos recuerdos, en verdad que es una playa preciosa...
ResponderEliminarUn abrazo
Sí Verdial, es una playa preciosa. Tú la conoces igual que yo.
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